Córdoba del ayer
De la vela a la luz de E.P.E.C...Adiós Maestro Efraín Bischoff...
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Gracias por su aporte al periodista cordobés José Luis de la Serna, desde España. |
Ninguna duda me queda de haber sido alguien empujado a venir a esta reunión y no habrá vacilado de interrogar al causante de su desplazamiento
“Oiga ¿ es que tenemos que aguantar la vela?……….”
Trataremos de que no ocurra tal cosa y que como el escritor Pedro Inchauspe decía sea ésta una “velada de fogón”, alrededor de algunas noticas no siempre muy divulgadas acerca de cómo se hizo la luz en estos pagos.
Y no las que recibieron a don Jerónimo Luis cuando se animó a clavar la picota en estas tierras, aquellas lumbres invernales de 1573, sino las otras, las encendidas por aquellos valientes para verse las caras en las noches.
“Claro, usted dice eso porque tiene que decirlo”, me pondrá argumentar alguien y le responderé de inmediato: “Verse las caras querían, pero tenga la certeza no haber venido aquí ángeles sino hombres, dejando a sus mujeres en Santiago del Estero, y hasta que ellas llegaron bien que más de uno habrá dado un manotazo a la mezquina vela alumbrante, cuando había alcanzado a ver que una indígena de los alrededores, vaya a saber con qué intenciones, se metía en su tienda de campaña o en su cuartujo.
Y no queremos ser mal pensados sospechando que él la habría ido a buscar por los alrededores para tratar de encandilarla con las luces de su coraza.
Tenemos la certeza que en los carretones donde los conquistadores traían sus bártulos, también portaban velas y velones.
Pasado cierto tiempo, se habrán acabado y se las ingeniaron para fabricarlas con cera y otros materiales.
Entre tanto, la ciudad iba creciendo, y la necesidad en los hogares y fuera de ellos, hizo buscar el modo de no tener inconvenientes para salir en horas nocturnas, por imperio de alguna urgencia o por el atrevimiento de cierta aventura.
Los libros cabildeños registran anotaciones acerca de los festejos exultantantes de alegría al llegar cierta noticia de la península hispánica.
Las luminarias fueron comunes en lo alto del Cabildo y aún casas particulares cuando estas tuvieron ya la suficiente envergadura arquítectónica.
Y ciertos vecinos, aunque tuvieran una morada pequeña, la coronaban con luces para dar envidia a los otros residentes en el mismo barrio.
El alumbrado público se estableció recién en 1788.
Los habitantes colocaban faroles en la puerta de su domicilio, y esos artefactos servían de resguardo a la velas de cebo, cuya fabriación fue intensa, ya que eran necesarias sobre todo para iluminar los locales comerciales.
No vaya a creerse que había facilidad para conseguir vidrios, y en la primera década del
1800, Pedro Carrera era el encargado de componer los faroles del alumbrado público.
Hasta hubo una fábrica en esos tiempos y artesanos muy hábiles.
Escrito por Efraín U. Bischoff en 50 Aniversario de E.P.E.C